Antonio Machado
Cantaba en sus versos que Castilla era ancha y plana
como el pecho de un varón. Y cierto es, ya que, rumbo a Villanueva de los Infantes,
atravesar Castilla la Mancha es recorrer extensiones de llanura casi sin fin,
con un paisaje que solo es cortado por los campos de viñedos que anuncian
que estamos en tierra de vinos.
De vinos y, además, una de las provincias que más se lamenta de los estragos
de la España olvidada.
Porque quien quiere disfrutar de La Mancha tiene que rascar, tiene que ir a una aventura sin mapas.
Y así debe ser para posiblemente acaba en uno de los siete pueblos que Ciudad Real tiene dentro del club de los pueblos más bonitos de España.
La herencia histórica y cultural que hemos recibido desde que los Trastámara
se peleaban antes de que existiera España tal y como la entendemos hoy como país,parece que ha querido siempre quedarse en la mitad norte del mapa.
Y ese es el valor añadido que encontramos cuando llegamos a un pueblo
como Villanueva de los Infantes, en el corazón de la comarca de
Campo de Montiel, que por otra parte es el origen del apellido de la eterna Sara Montiel, también manchega (pero de Campo de Criptana).
LA VILLA MÁS NOBLE E ILUSTRADA DE LA MANCHA
Villanueva de los infantes tuvo una gran importancia en la Edad Media,
sobre todo tras la batalla de las Navas de Tolosa en el año 1212.
En el siglo XV multiplicó tanto su población que Don Enrique,
infante de Aragón, decidió hacer de la Moraleja que allí existía una villa independiente
y en honor a él y sus hermanos pasó a llamarse como hoy en día se la conoce.
Entramos en un pueblo eminentemente castellano, con cierta sobriedad,
pero que tiene una importancia cultural tan grande que necesitaríamos
meses para empaparnos de todo. Partimos de su majestuosa Plaza Mayor,