De
excursión por tierras Jienenses
Viaje realizado 17 y 18
Enero
2004
Parador de Jaén
Parque Natural de Despeñaperros - Cascada de la Cimbarra
ORGANIZADO Haciendo Huella Guias…Alfonso y Alberto
Despeñaperros
Paso obligado para ir a pasar la noche en el Castillo de Santa Catalina, actual Parador de Jaén (****), es el impresionante estrecho de Despeñaperros, hoy surcado por rápidas y seguras autopistas, las cuales abandonaremos para ir a contemplar la sobrecogedora Cascada de la Cimbarra, en Aldeaquemada, y recorrer la Calzada Romana del Empedraillo, en Miranda del Rey, en el corazón del Parque Natural de Despeñaperros.
Cascada de la Cimbarra
Primer dia
Nos desplazamos desde
Madrid a Aldeaquemada en la
provincia de Jaén, en plena Sierra Morena recorrimos el Paraje
Natural de la Cascada
de La Cimbarra,
donde el rio Guarrizas se precipita en una preciosa cascada de mas de 20 m.de altura.
Desde el mirador de la Tabla de Armas,
donde comimos de bocata, descendimos el profundo barranco para llegar a la Charca del
Negrillo y subir por la margen de un arroyo hasta el Cimbarrillo de
Maria Antonia.
Nos desplazamos a Jaen Donde nos alojamos en el Castillo de Sta. Catalina
El
Parador de turismo de Jaen ( 4* ) se encuentra ubicado en el castillo es una
impresionante fortaleza de origen arabe levantando por el rey Alhamar y
conquistada por Fernando III el Santo en 1246. El Castillo esta construido
sobre el cerro de Sta. Catalina, destacando, destacando en el conjunto la Torre del Homenaje, la Capilla de Santa Catalina
y el patio de armas, contemplándose desde el castillo magníficas vistas de la
ciudad, los olivares y las montañas que le rodean .
Segundo
dia
Parque Natural de Despeñaperros
Desde Miranda
del Rey ( pedania de Santa Elena ) subimos por el sendero
del empedraillo pasando por la Calzada Romana, para contemplar el Barranco
del Rey y por el camino real llegamos al Cerro de la Mesa del Rey, lugar donde
acamparon las tropas Almohades antes de la Batalla de Las Navas de Tolosa
Las Navas de Tolosa ( 1212 )
Datos Históricos del
acontecimiento que cambio la historia de España y posiblemente también la de
Europa
ANTECEDENTES
HISTORICOS
Mientras Simón de Monfort, se disponía a
atacar al Conde de Tolosa, Ramón VI, en la España cristiana todo anunciaba que no se iba ya
a tardar mucho en emprender una campaña decisiva contra los Almohades y los
Obispos españoles, sobre todo, el Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximenex de
Rada -a quien el año anterior una Bula pontificia había confirmado como Primado
de la Iglesia
española-, estaban muy interesados en reunir para esa empresa los esfuerzos de
todos los príncipes hispano-cristianos. Un año antes, el joven infante don
Fernando, hijo y heredero de Alfonso VIII de Castilla, se había cruzado con la
finalidad de emprender una campaña contra los Musulmanes y para ello solicito
la bendición de Inocencio III, quien en una Bula estimuló entonces a los Reyes
de la España
cristiana a que imitasen al valeroso infante y concedió a todos los que se
cruzasen, las gracias espirituales de la Cruzada.
Por
su parte, Alfonso VIII se dirigió también al Papa pidiéndole su auxilio para la
campaña anti-islamica que proyectaba y el envío de un legado pontificio que
preparase la unión de todos los Reyes hispano-cristianos en una empresa común
contra los Almohades; pero Inocencio III contesto con otra Bula (22 Febrero),
en la que decía al rey de Castilla que de momento no podía enviar a España a
ningún legado, aunque había ordenado al Arzobispo de Toledo y a los Obispos de Zamora,
Tarragona y Coimbra, que castigasen con severas penas eclesiásticas a cualquier
príncipe español que rompiera sus treguas con Castilla o entorpeciese de algún
modo la acción de Alfonso VIII contra los Almohades. Entretanto, el Califa Abu
Abd Allh Muhammad al-Nasir, se disponía también a emprender una gran campaña
por la España
cristiana y había salido ya de Marraquex al frente de un poderoso ejercito con
el propósito de trasladarse a la Península.
Por
entonces, Alfonso VIII, acompañado de su hijo el infante don Fernando y al
mando de una hueste constituida por las milicias de los concejos de Madrid,
Guadalajara, Huete, Cuenca y Ucles, se dirigió hacia Levante y llego hasta el
mar por la comarca de Jativa (Primavera 1211), aunque no tardaba en regresar
sin haber obtenido de esta expedición resultados provechosos, mientras, el
Califa almohade desembarcaba en Tarifa, pasaba por Sevilla y Córdoba (16 Mayo)
y con un ejercito formado por "chund" almohades, tribus almoravídes,
arqueros turcos, tropas hispano-musulmanas y algunos cristianos, marcho a la
frontera de Toledo y sitio el castillo de Salvatierra, fortaleza de la Orden de Calatrava desde que
los musulmanes habían conquistado la plaza de este nombre. Por esa época,
Alfonso VIII parece que estaba en Cuenca con Ximenex de Rada, y que de allí fue
a la comarca de Talavera para tomar posiciones en la Sierra de San Vicente,
(Agosto), desde la cual el infante Fernando hizo una correría por Trujillo y
Montanchez, pero sin que el Rey de Castilla se aventurase a socorrer a
Salvatierra, sitiada por un ejercito poderosisimo que atacaba la fortaleza con
grandes maquinas de guerra. El castillo de Salvatierra resistió sin embargo,
durante dos meses y al fin sus defensores tuvieron que rendirse, aunque
pudieron salir de la plaza y refugiarse en Castilla (Septiembre 1211). La caída
del castillo de Salvatierra en manos de los Almohades produjo una profunda
emoción en toda la España
cristiana y va a precipitar no solo la unión de los Reyes españoles para
defenderse de la amenaza musulmana, sino también, la predicación de una nueva
Cruzada en occidente.
Un mes después, (Octubre 1211) Alfonso
VIII pasaba por el dolor de que enfermase y muriese al poco tiempo en Madrid su
hijo Fernando, cuyo cadáver fue llevado a enterrar por él obispo de Toledo,
Rodrigo Ximenez de Rada al Monasterio de las Huelgas, mientras el Rey de
Castilla, que no podía desatender en aquellos momentos críticos la defensa de
su Reino, se encontraba con su ejercito en la comarca de Guadalajara acompañado
por don Diego López de Haro, reintegrado ya al servicio y vasallaje de Alfonso
VIII. En ese mismo año murió también el Rey de Portugal, Sancho I y le sucedido
su hijo Alfonso II, quien se había casado en 1208 con la infanta Urraca, hija
del Monarca castellano. Entretanto, en el Languedoc, Simón de Montfort había
atacado a Ramón VI, sitiado por unos días la ciudad de Tolosa y estaba en
guerra abierta con aquel y con su aliado, el conde de Foix.
El ataque a los Almohades y la toma de
Salvatierra decidieron al Rey de Castilla actuar con la rapidez que requerían
las circunstancias y, apenas fue enterrado el infante Fernando, con Rodrigo
Ximenez de Rada salió para Roma con la finalidad de que el pontífice (1212)
expidiese las letras apostólicas necesarias a la predicación de una Cruzada en
occidente, y luego parece que recorrió Italia, llego al Norte de Francia e
incluso a Alemania y a su regreso, pasó por las regiones francesas del
Mediodía, predicando en todas partes la Cruzada contra los Almohades. En la Provenza y comarcas
vecinas sobre todo, el Arzobispo de Toledo despertó gran entusiasmo y la nueva
Cruzada no dejo de preocupar a Simón de Montfort, que empeño en la suya frente
a los Albigenes, temió que aquella le quitase combatientes. La Cristiandad, en
efecto, empezaba a inquietarse ante la amenaza almohade, y los trovadores
provenzales se sintieron solidarios de la misión europea que suponía detener en
España el empuje del Islam, y Gravaudan la comparaba a las Cruzadas de Oriente:
Saladino ha tomado ya Jerusalén, y los "perros marroquíes" amenazan a
la Provenza:
que "los Cruzados alemanes, franceses ingleses y bretones" -dice-
vayan a España antes de que sea tarde.
Mientras Ximenex de Rada recorría la Europa occidental
predicando la Cruzada,
Gerardo, Obispo electo de Segovia, fue también a Roma por encargo de Alfonso
VIII, y el Papa Inocencio III ordenaba a los Obispos de Francia que exhortasen
a sus fieles para que fueran a España a combatir a los Musulmanes, y dirigía al
rey de Castilla una Bula -respuesta a la misión que llevo a Roma (4
Febrero) al Obispo Gerardo- en la que le anunciaba su exhortación a los
Obispos franceses y concedía a los Cruzados que acudiesen a luchar con los
Almohades la remisión de sus pecados.
La campaña había quedado decidida para la
octava de Pentecostés, y el lugar de reunión de los Cruzados se fijo en Toledo.
Por su parte, Alfonso VIII a quien correspondía la iniciativa de la empresa,
solicito el auxilio de los Reyes de Aragón, León, y Navarra; pero Alfonso IX,
que estaba en guerra con Portugal, respondió que solo participaría en aquella
si el Rey de Castilla le devolvía algunos castillos que le había quitado.
Pedro II de Aragón, en cambio, recorría
por entonces el Mediodía de Francia reclutando Cruzados y se disponía a acudir
a Toledo para tomar parte en la campaña proyectada y Sancho VII, que parecía
poco dispuesto a ayudar a Alfonso VIII decidió también a incorporarse a los
Cruzados, convencido tal vez por Ximenex de Rada. Aunque ni Alfonso IX de León
ni Alfonso II de Portugal acudieron personalmente con sus huestes reales,
muchos caballeros portugueses, leoneses y gallegos se dirigieron también a
Toledo, mientras ya habían empezado a llegar los Cruzados de ultramontes al
mando del Arzobispo Guillermo de Burdeos, Obispo de Nantes y del Arzobispo de
Narbona; este ultimo era ahora el Abad del Cister y legado pontificio Arnaldo
Amaury. Por entonces (5 Abril), Inocencio III dirigía una Bula a los Arzobispos
de Toledo y Compostela ordenándoles que procurasen no se rompiera la paz entre
los Reyes españoles mientras durase la campaña contra los Almohades, y
amenazando con la excomunión a todo cristiano que prestase su ayuda a aquellos
y muy especialmente al Rey de León, si en esas circunstancias atacaba a
Castilla.
Las
Huestes se reúnen en Toledo
Durante la octava de Pentecostés se
reunieron en Toledo caballeros y peones franceses, provenzales italianos y de
otros países, en numero que parece llego hasta cerca de 70.000 y entre los
señores ultramontanos que acudieron figuraban, además de los Prelados citados,
el Conde Centulo de Astarac, el Vizconde Ramón de Turena y
encargado del abastecimiento de los Cruzados y de proveerles de armamento y
caballos, ya que muchos venían sin ellos, y cuando ya había en la ciudad
numerosisimos Cruzados extranjeros, llego a Toledo el Rey de Aragón, quien, con
su brillante hueste de catalanes y aragoneses, plantó sus tiendas en la vega;
con él llegaban Berenger, Obispo electo de Barcelona, y García,
Obispo de Tarragona. Por causa de los preparativos para la reunión de su
hueste, Alfonso VIII de Castilla solo pudo incorporarse a los demás Cruzados
pasada ya la Pascua
de Pentecostés, y Sancho VII el fuerte con sus navarros se retrasará aun
más y se unirá al ejercito cristiano cuando este se encuentre ya en campaña. La
hueste castellana de Alfonso VIII parece que sumaba mas de 60.000 hombres y a
sus tropas se añadían no solo las catalanas y aragonesas de Pedro II y las
ultramontanas, sino los caballeros de las Ordenes de Calatrava y Santiago, del
Hospital y del Temple, los portugueses, leoneses, gallegos y asturianos que
fueron a Toledo por su propia iniciativa; en total, parece que los ejércitos
hispanos-cristianos que no procedían de Castilla estaban constituidos por unos
50.000 guerreros.
En la infraoctava de Pentecostés, el Papa
Inocencio III dispuso en Roma un ayuno de tres días y organizo una procesión de
hombres y mujeres que recorrió la ciudad rezando por la victoria en España de
las armas cristianas.
Entretanto, el Califa almohade Abu Abd
Allah Muhammad al-Nasir se había preparado por su parte, para hacer frente
a los Cruzados y había reunido un gran ejercito, que concentró principalmente
en Sevilla y que debió de estar formado por unos 250.000 hombres. Este ejercito
se había puesto ya en marcha (20 Junio) hacia Jaén y Sierra Morena, cuando los
Cruzados abandonaron Toledo y se encaminaron hacia la frontera de al-Andalus.
Composición
de las Huestes Cristianas
Las huestes cristianas iban divididas en
tres grupos; el de los Cruzados de ultramontes, que mandaba el señor de Vizcaya
Diego López de Haro; el de los catalanes y aragoneses de Pedro II,
en el que figuraban, entre otros magnates, el Conde de Ampùrias,Guillermo
de Cardona, Guillermo de Cervera, Garcia Romero, Jimeno
Cornel y los Obispos de Barcelona y Tarragona; y el de las huestes de Alfonso
VIII, que marchaba a retaguardia, acompañado el Rey de Castilla por el
Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximenez de Rada; los Obispos de Palencia,
Siguenza, Osma, Avila y Plasencia; por muchos
magnates castellanos, por los Maestres de Calatrava y Santiago y por los
Priores de las Ordenes del Hospital y del Temple.
Comienza la Campaña
Tras acampar sucesivamente junto a los
arroyos de Guadalajaraz, Guadecelete, Algodor, los ultramontanos de
adelantaron, hicieron un alto en Guadalerza -en la divisoria entre las actuales
provincias de Toledo y Ciudad Real- y llegaron a Malagón, (24 Junio) done se
alzaba una fortaleza avanzada de los Musulmanes, que fue tomada y su guarnición
pasada a cuchillo. Poco después llegaba también a Malagon Pedro II y los
ultramontanos, que se quejaban de la falta de víveres, parece que ya entonces
quisieron abandonar la campaña recién emprendida, aunque el Rey de Aragón logro
convercérles para que continuasen.
Unos días después, los ejércitos
cristianos, reunidos ante Calatrava, asediaban esta plaza que pronto tuvo que
capitular y Alfonso VIII, permitió a sus defensores (1 Julio), que salieran de
la misma con la garantía de que sus vidas serian respetadas, con ello no hacia
otra cosa que proseguir la costumbre de no molestar a los moros que se rendían,
iniciada por el Cid e imitada luego por Alfonso el batallador y Ramón Berenger
IV. Esta capitulación de Calatrava parece que disgustó a los ultramontanos que
venían acostumbrados al saqueo y al exterminio de las ciudades albigenses y
fuese por ello, o por la falta de víveres, lo cierto es que aquellos
abandonaron la Cruzada
y emprendieron el camino de regreso, durante el cual no dejaron de cometer en
Castilla algunas tropelías y aun intentaron sin éxito adueñarse de Toledo. Con
las huestes de la España
cristiana solo quedaron el arzobispo de Narbona, sus gentes y el caballero
Teobaldo de Blazon. El choque decisivo con los Almohades va a ser, una empresa
española. Solamente los hispanos triunfaran poco después sobre el formidable
ejercito del Príncipe de los Creyentes almohade del Miramamolin Abu Abd Allh
Muhammad al-Nasir.
Después de retirarse los ultramontanos,
Alfonso VIII con su ejercito salió en dirección de Alarcos y Salvatierra, en
tanto que Pedro II se quedaba en Calatrava para esperara la llegada de Sancho
VII y de sus huestes navarras. Mientras el Rey de Castilla conquista (5-6
Julio) las fortalezas de Alarcos, Piedrabuena, Benavente y Caracuel, llegaba a
Calatrava el Rey de Navarra y poco mas tarde (7 julio), Sancho VII, Pedro II y
Alfonso VIII se reunían ante Salvatierra (11 julio) y se dirigían hacia los
pasos del Muradal (Despeñaperros), en cuyas cimas se encontraron ya
destacamentos avanzados del ejercito del Miramamolin, los cuales impedían a los
cristianos el paso a las alturas del macizo del Muradal, apostados en los
desfiladeros por los que podía subirse al mismo.
Los
Cristianos llegan al LLano de La
Losa
( Junto al Desfiladero de La Losa, actualmente
Despeñaperros )
López Díaz, hijo del señor de Vizcaya y
dos nietos de este, se adelantaron entonces, subieron hasta el llano de La Losa, por el que podía
pasarse a la planicie llamada de la
Navas de Tolosa, llanura muy apropiada para que los Cristianos
afrontasen la batalla con los Musulmanes, Alfonso VIII decidió no
retroceder y, como el paso por el desfiladero de la Losa resultaba imposible, parece que un pastor se ofreció a guiar a
los ejércitos cristianos por otro paso seguro y entonces desconocido, el que hoy día se llama Puerto del Rey,
por el cual pudieron, efectivamente, cruzar a la meseta de las Navas de Tolosa,
en la actual provincia de Jaen, donde establecieron su campamento y se
dispusieron a presentar batalla a los Almohades.
13
Julio de 1212 )
Comienza La Batalla
Durante
.(los
días que siguieron -un sábado y un domingo-, los Cristianos no atacaron y solo
hubo pequeñas escaramuzas; pero al amanecer del
lunes 16 de Julio de
1212. El Alférez Mayor del Rey Alfonso VIII Don Sancho Don
SanchoGonzalez de Reinoso, fue el
primero que vio una cruz aparecida en el cielo e infundio tal coraje y valentía
a los españoles que nada les resistía a su arrojo para ganar la batalla de las
Navas de Tolosa, ( por lo que el rey Alfonso concedio a este caballero el
Escudo de Armas:
en campo de oro una Cruz de Gules
Flordelisada. Fue un signo precursor de tan señalada y gloriosa Batalla
), sus huestes se lanzaron al ataque, ordenadas en la forma siguiente: en
el centro del ejercito se encontraban los castellanos, que llevaban en
vanguardia a don
Diego López de Haro, seguido por los caballeros de las
Ordenes y por la retaguardia, en la que figuraban
Alfonso VIII y el
Arzobispo de Toledo; a la derecha estaban
Sancho VII con los
Navarros y las milicias de
Avila, Segovia, y Medina, y a la izquierda,
el
Rey de Aragón con sus tropas, a cuya vanguardia marchaba el caballero
Garcia Romero, en tanto que
Pedro II iba en la retaguardia.
Apenas se inició el ataque, las vanguardias musulmanas tuvieron que retroceder;
pero al entrar en batalla el grueso del ejercito de Miramamolin un momento de
confusión y de retroceso de los Cristianos pareció que iba a hacerles perder el
combate.
Alfonso VIII se adelanto entonces y los Reyes de Aragón y de
Navarra hicieron un movimiento convergente. En el empuje, que fue violentísimo,
los Cristianos llegaron hasta el cerco de cadenas que, sostenidas por los
esclavos negros, guardaban el acceso a la tienda del Califa almohade.
Sancho
VII el fuerte fue al primero en romper ese cerco, y los Musulmanes
empezaron a retroceder desordenadamente, y su retirada no tardo mucho en
convertirse en una precipitada fuga. Abu Abd Allh Muhammad tuvo también que
escapar a toda prisa, perdida ya la batalla, hacia Baeza y Jaén, donde se
refugio aquella misma noche. La victoria cristiana había sido decisiva; los
muertos musulmanes, innumerables; el botín enorme, y del mismo se conserva el
tapiz que se guarda en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, y que se conoce
también por el nombre de "bandera de las Navas". Terminada la lucha,
el Arzobispo de Toledo entono un "Te Deum" sobre el mismo campo de
batalla, en presencia del ejercito castellano, mientras navarros u aragoneses
perseguian en su huida a los Almohades.
Despues de la Batalla
Poco después de la batalla de las Navas de
Tolosa, los Cristianos conquistaban el castillo de Vilches y los del Ferral,
Baños y Tolosa; cuatro días mas tarde ocupaban Baeza (20 Julio), abandonada por
los Musulmanes y luego atacaban y tomaban Ubeda, donde hicieron muchos
prisioneros (23 Julio). Desde Ubeda, el ejercito hispano-cristiano emprendió el
camino del regreso, eliminada ya la amenaza almohade Pedro II de Aragón se
dirigió a su Reino para tener que intervenir pronto muy activamente en las
luchas suscitadas por la
Cruzada contra los Albigenses. Alfonso VIII marchó a Toledo y
dirigió a Inocencio III una carta, que probablemente redacto Ximenez de Rada en
la que le daba cuenta de la campaña y del victorioso resultado de la Cruzada; parece ser que al
Papa se le enviaron el estandarte y la tienda de Miramamolin, cogidos a los
almohades en la jornada de las Navas. Durante la campaña, Alfonso IX de León -el
Baboso, como le llamaban a el y a su padre los cronistas musulmanes- se
había aprovechado de la ausencia del Rey de Castilla, y había ocupado las
fortalezas cuya posesión venia reclamándole.
La batalla de las Navas fue, sin duda, el
ultimo gran acto de solidaridad española en la empresa de la Reconquista y en ella
combatieron juntos el castellano Alfonso, el catalano-aragones Pedro
y el gigante vascón, Sancho de Navarra, cuando ya la idea imperial
leonesa, que otras veces había reunido frente al Islam a los príncipes
hispanos-cristianos, se hundía definitivamente en el ocaso.
Pendón de las Navas de Tolosa.
Precioso trofeo arrebatado a los árabes en la batalla
de las Navas de Tolosa y custodiado en el Monasterio de las Huelgas Reales. Es
el mejor tapiz almohade que se conserva. Está tejido en oro, plata y sedas con
un tamaño de 3,30 m.
x 2 m.
predominando el color rojo, amarillo, azul, blanco y verde y con una
inscripción haciendo alusiones a la figura de Alá que rodea una gran estrella
central. Posiblemente se trate de un adorno de entrada de la tienda del sultán
Abú-Yasuf-jacub, conocido como Miramamolín.
En el año 1953 se lleva a cabo
su restauración y desde entonces cada año la máxima autoridad militar porta en
la procesión del Corpus una copia de tan preciado tapiz. Y es junto con el
museo de Ricas Telas la joya más preciada del Monasterio.
TEXTO TRADUCIDO DEL PENDON DE LAS NAVAS
"Me refugio en Dios, de Satanas el apedreado. En el nombre de Dios,
piadoso y clemente. La bendición de Dios sea sobre nuestro Señor y dueño,
Muhammad el Profeta honrado y sobre su familia y amigos. Salud y paz".
Texto recogido de don Rodrigo Jiménez de
Rada ( Arzobispo de Toledo ),
en Historia de los Hechos de España
Alrededor de la medianoche del día
siguiente estalló el grito de júbilo y de la confesión en las tiendas
cristianas, y la voz del pregonero ordenó que todos se aprestaran para el
combate del Señor. Y así, celebrados los misterios de la Pasión del Señor, hecha
confesión, recibidos los sacramentos, y tomadas las armas, salieron a la
batalla campal; y desplegadas las líneas tal como se había convencido con
antelación, entre los príncipes castellanos Diego López con los suyos
mandó la vanguardia; el conde Gonzalo Nuñez de Lara con los frailes del
Temple, del Hospital, de Uclés y de Calatrava, el
núcleo central; su flanco, lo mandó Rodrigo Díaz de los Cameros y su
hermano Álvaro Díaz y Juan González y otros nobles con ellos; en
la retaguardia, el noble rey Alfonso y junto a él, el arzobispo Rodrigo
de Toledo y los otros obispos mencionados.
De entre los barones, Gonzalo Ruiz
y sus hermanos, Rodrigo Pérez de Villalobos, SueroTéllez, Fernando
García y otros. En cada una de estas columnas se hallaban las milicias de
las ciudades, tal y como se había dispuesto. Por su parte el valeroso rey Pedro
de Aragón, desplegó su ejército en otras tantas líneas; García Romero
mandó la vanguardia; la segunda línea, Jimeno Cornel y Aznar Pardo; en
la última, él mismo, con otros nobles de su reino; y de forma semejante,
encomendó su flancos a otros nobles suyos. Además, llevó consigo algunas
fuerzas de las milicias de las ciudades de Castilla. El rey Sancho de
Navarra, notable por la gran fama de su valentía, marchaba con los suyos a
la derecha del noble rey, y en su columna se encontraban las milicias de las
ciudades de Segovia, Ávila y Medina.
Desplegadas así las líneas, alzadas las
manos al cielo, puesta la mirada en Dios, dispuestos los corazones al martirio,
desplegados los estandartes de la fe e invocando el nombre del Señor, llegaron
todos como un solo hombre al punto decisivo del combate. Los primeros en entrar
en lid en la formación de Diego López de Haro, fueron su hijo y sus sobrinos
ya citados, valerosos y decididos. Por su parte, los agarenos levantaron en la
cima un reducto parecido a un palenque con los escriños de las flechas, dentro
del cual estaban apostados infantes escogidos; y allí se sentó su rey teniendo
a su alcance la espada, vistiendo la capa negra que había pertenecido a
Abdelmón, el que dio origen a los almohades, y además, con el libro de la
maldita secta de Mahoma, que se llama Alcorán. Por fuera del palenque había
también otras líneas de infantes, algunos de los cuales, tanto los de dentro
como los de fuera, con las piernas atadas entre ellos para que tuvieran por
imposible el recurso de la huida, soportaban con entereza la cercanía de
labatalla..., luego supimos por los agarenos que eran ochenta mil jinetes...
Los agarenos, aguantando casi sin
moverse del lugar, comenzaron a rechazar a los primeros de los nuestros que
subían por lugares bastante desventajosos para el combate, y en estos choques
algunos de nuestros combatientes, agotados por la dificultad de la subida, se
demoraron un rato. Entonces, algunos de las columnas centrales de Castilla
y Aragón llegaron en un solo grupo hasta la vanguardia, y se produjo
allí un gran desconcierto y el desenlace no se veía claro...
El noble Alfonso, al darse cuenta de ello
y al observar que algunos, con villana cobardía, no atendían a la conveniencia,
dijo delante de todos al arzobispo de Toledo: "Arzobispo, muramos aquí yo
y vos"... Y en todo esto doy fe ante Dios, el noble rey no alteró su
rostro ni su expresión habitual, ni su compostura, sino que más bien, tan bravo
y resuelto como un león impertérrito, estaba decidido a morir o vencer. Y no
siendo capaz de soportar por más tiempo el peligro de las primeras líneas,
apresurado el paso las enseñas de los estandartes llegaron jubilosamente hasta
el palenque de los agarenos por disposición del Señor.
La cruz del Señor, que solía tremolar
delante del arzobispo de Toledo, pasó milagrosamente entre las filas de los
agarenos llevada por el canónigo de Toledo Domingo Pascasio, y allí, tal
como quiso el Señor, permaneció hasta el final de la batalla sin que su
portador, solo, sufriera daño alguno... Mientras tanto, fueron muertos muchos
miles de agarenos ante la presión simultánea de los aragoneses, los castellanos
y los navarros por sus frentes respectivos...
El cronista Ibn Abi Zar narra la batalla desde el punto de vista
musulmán:
"Al oír Alfonso que
Al-Nasir había tomado a Salvatierra, se dirigió contra él con todos los reyes
cristianos que le acompañaban y con sus ejércitos. Al saberlo Al-Nasir, le
salió al encuentro con las tropas musulmanas: avistáronse los combatientes en
el sitio llamado Hisn al'Iqab, (Castillo de la Cuesta, hoy Castro Ferral);
allí se dio la batalla. Se plantó la tienda roja, dispuesta para el combate en
la cumbre de una colina, Al-Nasir vino a ocuparla y se sentó sobre su escudo
con el caballo al lado; los negros rodearon la tienda por todas partes con
armas y pertrechos. La zaga, con las banderas y tambores, se puso delante de la
guardia negra con el visir Abu Said ben Djami. Se dirigió contra ellos el
ejército cristiano. en filas, como nubes de langostas; los voluntarios les
salieron al encuentro y cargaron sobre ellos en número de 160.000, pero
desaparecieron entre las filas de los cristianos, quienes los cubrieron y
combatieron terriblemente. Los musulmanes resistieron heroicos, todos los
voluntarios murieron mártires, sin dejar uno; las tropas almohades, árabes y
andaluzas los miraban sin moverse. Cuando los cristianos acabaron con los
voluntarios, cargaron sobre los almohades y sobre los árabes con inaudito
empuje; mas al entablarse el combate huyeron los caídes andaluces con sus
tropas por el odio que había dirigido Ibn Djimi al despedirlos.
Cuando los almohades, los árabes y los cábilas bereberes vieron
que los voluntarios habían sido exterminados, que los andaluces huían, que el
combate arreciaba contra los que quedaban, y que cada vez los cristianos eran
más numerosos, se desbandaron y abandonaron a Al-Nasir. Los infieles los
persiguieron espada en mano, hasta llegar al círculo de negros y guardias que
rodeaban a Al-Nasir; pero los encontraron que formaban como un sólido muro, y
no pudieron abrir brecha; entonces volvieron las grupas de sus caballos
acorazados contra las lanzas de los negros, dirigidas contra ellos, y entraron
en sus filas.
Al-Nasir seguía sentado sobre su escudo, delante de su
tienda, y decía "Dios dijo la verdad
y el demonio mintió", sin moverse de su sitio, hasta que llegaron los
cristianos junto a él. Murieron a su alrededor más de 10.000 de los que
formaban su guardia; un árabe entonces, montado en una yegua, llegóse a él y le
dijo: "Hasta cuándo vas a seguir sentado?, ¿Oh, Príncipe de los
Creyentes!, se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han
perecido los musulmanes." Entonces se levantó para montar el veloz
corcel que tenía al lado; pero el árabe, descabalgando de su yegua le
dijo: "Monta en ésta que es de pura sangra y no sufre ignominia,
quizás Dios te salve con ella, porque en tu salvación está nuestro bien."
Montó Al-Nasir en la yegua, y el árabe en su caballo le precedía, rodeados
ambos por un fuerte destacamento de negros, a cuyos alcances iban los
cristianos. El degüello de musulmanes duró hasta la noche, y las espadas de los
infieles se cebaron en ellos y los exterminaron completamente, tanto que no se
salvó uno de mil. Los heraldos de Alfonso gritaban: "Matad y no
apresad, el que traiga un prisionero será muerto con él". Así que no
hizo el enemigo un solo cautivo este día.
Fue esta terrible calamidad el lunes 15 de safar del 609 (16 de julio de 1212), comenzó a decaer el poder de los
musulmanes en al-Andalus, desde esta derrota, y no alcanzaron ya victorias sus
banderas; el enemigo se extendió por ella y se apoderó de sus castillos y de la
mayoría de sus tierras, y aún no hubiera llegado a conquistarla toda, si Dios
no le hubiese concedido el socorro del emir de los musulmanes Abu Yusuf ben Abd
al-Haqq, que restauró sus ruinas, reedificó sus alminares y devastó en sus
De vuelta de Hisn al-Iqab fue Alfonso contra la ciudad de
Ubeda y la gano a los musulmanes con expediciones del pais de los infieles e
por asalto matando a sus habitantes, grandes y pequeños y asi siguió
conquistando al-Andalus, ciudad tras ciudad, hasta apoderarse de todas las
capitales, no quedando en manos de los musulmanes sino muy poco poder. Sólo le
impidió apoderarse de este resto de botín la protección divina por medio de la
dinastía de los benimerines. Dícese
Que todos los reyes cristianos que asistieron a la batalla
de Hisn al-Iqab, y que entraron en Ubeda, no hubo uno que no muriese aquel
año."
Composición del texto e imágenes, realizado por ã Angel Cobos Vargas - 2004 -